viernes, 11 de diciembre de 2009

Como comprender el Premio Nobel de la Paz a través del análisis de la compleja naturaleza del ser humano

Llevo 41 años como corresponsal de prensa en este Planeta y los primitivos (pero complejos) seres que habitan este Planeta (los humanos) no dejan de sorprenderme. Tal vez por eso me apasionan tanto y veo justificada mi permanencia en este remoto lugar del Universo, a cinco millones de años luz (utilizando el primario sistema de medición terrícola precuántico) de mi querido planeta.

Hace algo más de 100 años un empresario llamado Alfred Nobel manifestó en su testamento su voluntad de reconocer la labor de las personas y organizaciones que contribuyeran de forma notable a la evolución de la sociedad. Esos galardones (denominados Premios Nobel) van acompañados de una significativa recompensa económica (algo que como he escrito en otras crónicas desde este Planeta estimula en gran medida a los humanos) pero sobre todo gozan del máximo prestigio y reconocimiento a nivel mundial (no tan importante en su escala de valores como el dinero, pero relevante)

Entre ellos se entrega el llamado Premio Nobel de la Paz. A lo largo de cien años este galardón ha reconocido el trabajo en pos de la Paz de personas y organizaciones cuyo mensaje ha dejado huella no solo en la Tierra, sino en otros planetas de la Vía Láctea y galaxias vecinas, como el nuestro: Martin Luther King, la Cruz Roja, la Madre Teresa de Calcuta, la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, Nelson Mandela, UNICEF…

Probablemente llamará la atención a los habitantes de nuestro Planeta la designación del Comandante en Jefe de un Ejército que en estos momentos combate en dos guerras como Premio Nobel de la Paz. Forma parte de la paradójica complejidad de estos interesantes seres primitivos que habitan este pequeño planeta azul situado en un pequeño sistema formado por un pequeño número de planetas entorno a una diminuta estrella a la que llaman Sol.

El Comandante en Jefe del Ejército de los Estados Unidos de América voló (en una primitiva aeronave propulsada por combustibles fósiles denominada Air “Force” One) desde su ciudad (Washington) al lugar donde se celebra todos los años la ceremonia de entrega de los Premios Nobel (Oslo) unos días después de ordenar a 30.000 de sus soldados que se prepararan para reforzar las tropas de uno de sus campos de batalla: un remoto y complejo territorio llamado Afganistán.

Llamará la atención a los lectores de nuestro Planeta (a pesar de llevar tanto tiempo entre los humanos a mí también me siguen sorprendiendo sus reacciones) que el Premio Nobel de la Paz citara en 30 ocasiones la palabra “guerra” por tan solo 10 la palabra “paz”. En su discurso el Comandante comentó que "los instrumentos de la guerra tienen un papel que jugar para mantener la paz".

A lo largo de su alocución lanzó mensajes de paz a dos países del mismo Planeta con los que mantiene algunas diferencias: Corea del Norte e Irán. Expresamente, refiriéndose a ambos territorios, el Comandante en Jefe dijo que “los regímenes que violen las normas deben rendir cuentas" (deduzco se trata de un mensaje de Paz aunque he de confesar que esta situación me genera confusión al no alcanzar a comprender la dicotómica complejidad del ser humano y su metafórica forma de expresión)

En su discurso no hizo mención al sorprendente (desde nuestro “extravialácteo” punto de vista) modo de sancionar a los similares que infringen las normas de convivencia (recordamos que los humanos no utilizan metodologías basadas en imposibilitar la comisión de delitos mediante prevención a través de la identificación de potenciales motivos que puedan derivar en conductas impropias, sino que optan por el primitivo medio –extinguido en nuestra sociedad hace cien mil años- del “castigo”). En su país se utiliza la denominada por los humanos “pena de muerte” (no quiero herir la sensibilidad de nuestros lectores, pero he de recordar que en este Planeta las leyes permiten que sus habitantes se maten los unos a los otros con el beneplácito de la justicia y la complacencia de una parte de la sociedad), pero tal vez este aspecto era desconocido por los miembros del jurado que concede esta noble distinción.

Por último, una “anécdota” (como gustan de decir los terrícolas): Alfred Nobel, padre de los referidos galardones, amasó su fortuna inventando y fabricando la dinamita (una sustancia detonante muy elemental compuesta por nitroglicerina y dióxido de silicio) que se emplea, entre otras cosas, en los explosivos utilizados por los humanos en sus fratricidas contiendas bélicas.

¡Ahora comprendo el Nobel de la Paz de Obama!